Una vez tuve un sueño

Soñé con un mundo en el que todos podían ser lo que quisieran, hacer aquello que más satisfacción les provocara, que no existiera más impedimento que el deseo...

Hoy, a mis cuarenta y dos años recién cumplidos, y a pesar de que la vida golpeó con toda la crudeza de la realidad, todavía no he despertado de las utopías de juventud. Si no puedo vivir en un mundo feliz, me lo inventaré: haré que otros, como un dios todopoderoso de infinita bondad, sean felices... al menos en mi pensamiento.

Y me puse a escribir. Ahora que tengo en mi haber más de setenta relatos cortos y dos novelas, descubro por qué Dios es "omniausente" e imperfecto.


sábado, 21 de noviembre de 2009

Una batalla perdida


Es una batalla perdida, me dicen, pero no desespero. Me conformo con una parte pequeña del mundo, y ellos, asombrados por mi tenacidad, ceden. Te daremos los rincones sombríos, negociaban los grandes señores de la tierra. Allí podrás crear tus obras sin que la luz del sol las corrompa. Y yo accedí, engañado, porque ignoraba que la humanidad entera se pondría de su lado.

No había marcha atrás después del gran pacto, y yo, como represalia pinté mi verde en sus almacenes de trigo, corrompí su pan, y todo aquello que para el hombre era importante. Los grandes señores de la tierra regalaron el fuego al hombre, y el oro: una fuerza y un material incorruptible, los dos de un desagradable color amarillo. Como compensación.

No me di por vencido, reclamaba mi legítimo espacio natural, y rencoroso, posé mi pincel en la piel del hombre. No logré teñirlo de los hermosos verdes que tenía en la paleta, pero el hombre conoció la enfermedad.

 ¿Por qué nos pasa esto? Gritaban los hombres cuando sus hijos morían. Y los grandes señores de la tierra, enternecidos por su dolor, les enviaron la serpiente. Una gran cobra. Y los hombres aprendieron los misterios de la vida y la muerte, supieron como sanar sus cuerpos y sus almas.

Era injusto, siempre recibían más de lo que les perjudicaba; así no podía reprender a la humanidad. Y renuncié al mundo, sabía que el hombre lo había ganado. Me recluí en un pequeño valle, prácticamente inaccesible al hombre. Y allí viví en paz durante más tiempo del que recuerdo.

En mi pequeño reino, en el que brillaban los verdes más hermosos, los árboles y las rocas fueron los únicos que soportaron mi obsesión. Las demás criaturas enfermaban si pretendían vivir en esas tierras.

Como el lienzo que utilizaba estaba sobresaturado de verdes, aprendí otras formas de expresar mi arte. Me lancé de lleno a la tridimensionalidad, algo más que el tímido bajorrelieve que hasta entonces utilizaba en algunos casos. De pintor de mundos evolucioné a escultor, y poco después a arquitecto de realidades.

Para entonces, el hombre había evolucionado mucho también. Supe que era respetuoso con la naturaleza, sensible a su orden natural y que incluso protegía y cuidaba a especies que había perjudicado.

Déjate conocer, decían los grandes señores de la tierra. El hombre, como esperábamos, ha cambiado mucho; pero nunca cumplirá sus expectativas si huyes del él.

—No me escondo del hombre, simplemente he renunciado al mundo que se me había prometido —argumenté, algo de rencor latía en mi respuesta—. ¿Qué me habéis dado, si desde que habéis creado al hombre sólo tenéis ojos para él?

—La vida, no olvides que también eres una creación nuestra. Y eres tan importante que sin ti nada hubiera existido después. Debes tolerar toda creación, vivir en armonía.

—El hombre me ha expulsado del mundo, no tolera mi presencia, destruye mi arte. Como a un niño consentido permitís que pisotee mis rincones sombríos.

—Tenemos que confesar que también nos ha expulsado a nosotros…

Imposible contener una carcajada.

—Ha olvidado sus raíces, y se ha hecho tan poderoso que apenas nos oye. Solo podemos observar o acabar con todo, con todo lo que existe. Y no queremos tener que elegir más entre esas alternativas.

Y abrí las puertas de mi reino, permití el paso al hombre y yo me extendí por un mundo que no
reconocía. Apenas existía vegetación, y la poca que crecía lo hacía donde el hombre quería. Habían recubierto la tierra de asfalto y cemento, y la única jungla que observaba era una de acero y cristal, que ensombrecía la tierra a pesar de su fulgor.

“¿Qué ha pasado con la tierra?” El impulso de regresar a mi valle era muy grande, qué visión tan horrenda se extendía por la línea del horizonte.

Me infiltré en su mundo, y descubrí que tras los reflejos brillantes de su civilización había vacíos sombríos y húmedos. Toda una extensa red de alcantarillado la hice mía en pocos días, también bajo tierra habían construido una importante vía de comunicación, de personas y cosas.

En la misma semana el hombre la perdió. Y su orden se resintió. “¿Dónde está el temible poder del hombre?” Pensaba mientras los observaba como hormigas asustadas. Saltaban las alarmas de sus centrales de energía, al mismo ritmo que infectaba sus sistemas eléctricos y los fallos informáticos se generalizaban.

Seis días necesité para destruir la civilización del hombre. Ahora ellos deben convivir con mi musgo. ¡Qué dulce es la venganza!


- fin -
Safe Creative #1001185341475

Pie de foto: extraido de www.skyscrapercity.com


2 opinaron que...:

descalza sobre las nubes dijo...

¡¡¡ Me gusta mucho Freddy...!!! Sigue así
Un abrazo

Anusky66 dijo...

Fredi ¡¡ te he encontrado!!!! y veo que tu has encontrado decoratublog .
te iré leyendo y comentando .
un beso