Dicen que la fantasía es el recurso de los inadaptados, de los que no encajan en esta sociedad. Pero en realidad sospecho que es la marca con la que se nos tatúa el alma, para que los que ostentan orgullosos su normalidad nos puedan reconocer a tiempo y proteger su mundo de sonrisas y palabras amables… ¿Un mundo para quién?, si cada vez que cierro los ojos no hallo nada mejor, y bajo las mantas el único calor que descubro me sobreviene del estómago, con el sabor amargo de la derrota “on the rocks”. (1)
Me enciendo un cigarrillo a oscuras, ¿para qué encender la luz, si desde la ventana de esta habitación entra toda la luz de la calle Montera? Sí, para qué, ¿para ver lo pequeño que es el mundo que me puedo permitir?
Cierra los ojos, dice una voz en mi cabeza. Ojalá cerrando los párpados dejara de oír el ruido de la ciudad, y soñara. Porque ese que toma el relevo de mi vida cuando duermo, tal vez sea más feliz que yo, y sólo me conformo con recordar una pizca de su felicidad, aunque sea soñada. Cierra los ojos, insiste la voz. Y me adormezco en la cama, con el cigarro entre los dedos.
“No necesitaré afeitarme nunca más”. Era una de esas ideas absurdas que se tiene cuando estás con un pie en este mundo y el otro en el de los sueños. “Cuidado con el fuego”, me advertía mi parte racional. “Ahora iba a ser mujer”, contraatacaba con la dulzura que ofrece la inconsciencia.
“Interesante”, contestaba mi raciocinio. “Pero no una mujer cualquiera, serás la mejor, la más guapa. Eres Lola… ¡La gran Lola!” Y la magia inundó la habitación.
Una luz sobrenatural bailaba sobre las mantas, y sentí un calorcillo muy agradable en los pies. ¡Al fin un poco de bienestar!
—¡Coño! —dije con voz rara, tal vez por la conmoción de ver mi cama en llamas.
Pataleé hasta que la manta cayó al suelo, la habitación estaba llena de humo.
—Lola, abre. ¡Abre la puerta, Lola! —exigió una mujer aporreando la puerta.
Abrí la ventana y con una zapatilla rosa, llena de lentejuelas brillantes, atajé con decisión la combustión de mi manta. ¿De quién será semejante horterada? Pensé sin saber por qué me resultaba familiar calzado tan extraño.
En el quicio de la puerta, como una aparición mariana, surgió entre la bruma la figura de una mujer. ¡Gloriosa visión de no ser por los rulos y bigudíes con los que se retorcía el pelo! Era la mujer del portero. Detrás de su hombro asomaban las cabezas curiosas y preocupadas de otros huéspedes de la pensión. De entre todas destacaba la de Sofía… ¡Dios, pero que hembra más hermosa!
Era de ese tipo de mujeres que sin proponérselo te retuerce las gónadas como una bayeta, dispara la tensión arterial y las hormonas que preparan al hombre para la cópula y te deja, entre sonrojos y sudoraciones, en un punto de partida poco ventajoso.
Sofía nunca se había fijado en mí, y la comprendo bien, porque si fuera ella no perdería el tiempo en un tipo como yo. Pero ahora no apartaba la mirada de mí, y descubrí en sus ojos algo parecido al deseo y la complicidad. ¡Ni en mis sueños más húmedos podía esperar algo mejor!
“Hola”, me susurró. Y su mano rozó la mía, de un modo tan poco casual que provocó el deseo de comerle los labios y no apartarlos ni en un millón de años. En un descuido, siempre a escondidas de miradas inoportunas, Sofía me tocó una teta. No puedo comprender lo que pasa, ni lo que siento, pero si el mundo la tiene por mía, así sea bendita… ¡Con faldas y a lo loco!
Dicen que la realidad es el recurso de los inadaptados…
(1) Con unos cubitos de hielo. Se dice de los alcoholes que se beben sin mezclar.
Pie de foto: extraído de www.vikashkumar.com
1 opinaron que...:
Tengo que decir que los textos publicados hasta la fecha fueron escritos por mí, en un taller literario de Majadahonda. Echa la observación viene la aclaración: éste no era un texto de tema libre. Teníamos que escribir el que nos tocara, según el azar de las frases que entre los asistentes iban rellenando en una hoja.
El resultado fue éste, para mí, y no puedo decir otra cosa: sencillamente genial.
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