Una vez tuve un sueño

Soñé con un mundo en el que todos podían ser lo que quisieran, hacer aquello que más satisfacción les provocara, que no existiera más impedimento que el deseo...

Hoy, a mis cuarenta y dos años recién cumplidos, y a pesar de que la vida golpeó con toda la crudeza de la realidad, todavía no he despertado de las utopías de juventud. Si no puedo vivir en un mundo feliz, me lo inventaré: haré que otros, como un dios todopoderoso de infinita bondad, sean felices... al menos en mi pensamiento.

Y me puse a escribir. Ahora que tengo en mi haber más de setenta relatos cortos y dos novelas, descubro por qué Dios es "omniausente" e imperfecto.


domingo, 29 de noviembre de 2009

Gastronomía y superstición

Álvaro pasa de los treinta y cinco años, cuando se le pregunta a ese respecto siempre responde esa edad, pero tiene más. Vive en un apartamento libre de hipoteca pero a menudo pernocta en casa de su madre, sobre todo cuando la chica de turno dice “no” en los postres de la cena. Y su madre, que vive sola, sabe que no la visita por amor; es más una cuestión de orgullo, de no dar el brazo a torcer a la soledad. —Cariño, ¿otra vez aquí? Ya me iba a la cama, siempre me quedo dormida en los anuncios y me pierdo el final de la peli –y arruga los labios esperando un beso. Pero Paloma sabe disimular y, para no herir susceptibilidades, poco a poco fue llenando de libros de autoayuda la estantería del...
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sábado, 28 de noviembre de 2009

La bestia

El espejo me devolvió la mirada y supe al instante que, en realidad, yo era inocente. No era uno más de esos que salen en las noticias en las que la violencia y la sangre se mezclan a partes iguales, no. Yo no. Siempre he sido consciente de mi corpulencia, de mi aspecto feroz a mi pesar. Por eso, desde pequeño quise compensar mi apariencia con un buen talante. Pero después de estar en dos casas de acogida, descubrí que buscar la aprobación me alejaba de aquellos en quienes buscaba afecto. Me catalogaron de problemático, no eran conscientes de la cobardía de sus actos; y yo dejé de creer en la buena fe de las personas. No hallé a nadie con el valor de mirarme a los ojos, con el deseo de averiguar...
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sábado, 21 de noviembre de 2009

Una batalla perdida

Es una batalla perdida, me dicen, pero no desespero. Me conformo con una parte pequeña del mundo, y ellos, asombrados por mi tenacidad, ceden. Te daremos los rincones sombríos, negociaban los grandes señores de la tierra. Allí podrás crear tus obras sin que la luz del sol las corrompa. Y yo accedí, engañado, porque ignoraba que la humanidad entera se pondría de su lado. No había marcha atrás después del gran pacto, y yo, como represalia pinté mi verde en sus almacenes de trigo, corrompí su pan, y todo aquello que para el hombre era importante. Los grandes señores de la tierra regalaron el fuego al hombre, y el oro: una fuerza y un material incorruptible, los dos de un desagradable color amarillo....
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