Una vez tuve un sueño

Soñé con un mundo en el que todos podían ser lo que quisieran, hacer aquello que más satisfacción les provocara, que no existiera más impedimento que el deseo...

Hoy, a mis cuarenta y dos años recién cumplidos, y a pesar de que la vida golpeó con toda la crudeza de la realidad, todavía no he despertado de las utopías de juventud. Si no puedo vivir en un mundo feliz, me lo inventaré: haré que otros, como un dios todopoderoso de infinita bondad, sean felices... al menos en mi pensamiento.

Y me puse a escribir. Ahora que tengo en mi haber más de setenta relatos cortos y dos novelas, descubro por qué Dios es "omniausente" e imperfecto.


domingo, 10 de abril de 2011

España profunda (un minirrelato de 648 palabras)

Verraco: cerdo macho que se utiliza como semental. Era necesario, me dije mientras observaba a un gordo pavonearse con una gorra con la visera hacia atrás. Inevitable. Trataba de convencerme… ¿pero por qué retorcía las manos como los raperos? Desvié la mirada a un lado, los ojos azules del gordo me habían sorprendido. Se sentía fuerte, superior. Estaba en su elemento y yo no. La crisis, la maldita crisis, me repetía cerrando los ojos para no ver. La realidad resultaba demasiado grotesca. Apreté el ritmo de mis piernas, nada como el ejercicio aeróbico para quemar la ansiedad. Cuando los párpados se abrieron el gordo y su autosuficiencia rumana habían desaparecido. Lo que me encontré fue...
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